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Mostrando entradas de 2017

LAS AMIGAS Diana Huarte

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Había llovido toda la tarde y Alejandra pensó que nunca tenía suerte organizando comidas en el balcón terraza. Parte del espacio estaba techado   sí, pero si llovía fuerte todo se iba a la mierda como pasó el año pasado cuando cayó ese chaparrón inesperado y tuvieron que entrar tan rápido que rompieron dos copas de cristal Riedel. “Seguro que   a los maridos de ellas no les importó, porque son tan brutos que les da lo mismo tomar en una copa Riedel que en vaso de plástico” Pero así eran los maridos que sus amigas habían elegido. Grasas con plata. Sonó el timbre, eran Aurelia y Mario. Ella abrió la puerta y los hizo entrar. -Siéntense chicos. Mario se sacó la campera de cuero marrón y la arrojó en el sofá. -Dámela, que la llevo a la habitación- dijo Alejandra. Le reventaba que el tipo ni bien llegara empezara a tirar sus porquerías en cualquier parte. Alejandra se dirigió a Aurelia. -Nena, ¿por qué no vas a la cocina y descorchás una botella de champagne? Puse tres a

LA IMPORTANCIA DEL NOMBRE Andrés Tacsir

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No se me ocurrió cuando lo vi irse lentamente. Ni se me pasó por la cabeza en ese momento. Se marchaba hacia el centro de la ciudad por una de esas calles que terminan en la costa. Tal vez era Rúa do Carral o Rúa García Olloqui. No conocía mucho la ciudad, pero me dijo que en un rato estaría en su casa. Que no estaba muy lejos. Y que además de ahorrar en el transporte, caminar le hacía bien. Para el cuerpo y el alma, me dijo. Era una pena, me dijo, que tuviera que irse; se quedaría más si hubiera podido pero tenía que cenar con ella -Hoy nos toca Telepizza y después Legally Blonde. Los jueves son las noches de Lore. Lo miré caminar de espaldas al mar. Al irse noté su andar fatigado. No era viejo, no para nada: Dani tenía recién 40, algún que otro año, pero no más. Tenía solo tres más que yo, pero se le notaba solo viéndolo que había algo que no había funcionado. Al verlo mezclarse entre la gente, ya a más de doscientos metros, supe que nunca más lo vería. Él se quedaría ac

EL OTRO LADO DEL ESPEJO Diana Huarte

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Habían pasado muchos años pero lo reconoció entre la gente. La cara angulosa mostraba dos pómulos que se hundían ahogándose en el hermetismo de unos labios que dibujaban una mueca siniestra. Lo vio moverse, caminar desde la mesa en que estaba e ir hacia el servicio de hombres. Seguía conservando el mismo porte delgado, elegante y ágil. Sólo los cabellos se habían vuelto totalmente blancos y las arrugas se habían hecho más profundas, como las marcas en el tronco de un árbol. Él no la vio. Ella estaba en la parte reservada del restaurante al que acudía siempre cuando no quería ser molestada por fotógrafos o admiradores, pero desde la cual podía ver ciertas partes del lugar sin ser vista, y aquél jueves de mayo, cuando giró su cuerpo hacia la derecha para buscar el celular en la cartera lo vio, y no dudó por un instante en que era él, el hombre que había destrozado su vida. Pagó la cuenta y se dirigió a la puerta trasera del restaurante por donde salió sin ser vista. Cam

TRAGAR CON TODO José Luis Gutiérrez Trueba

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Esta sería la última, no iba a hacer ninguna más –pensó antes de entrar al despacho- Llevaba más de un año haciendo entrevistas de trabajo y en todas le habían rechazado. Aquí era todo tan diferente, siempre parecía que te había salido bien y que te iban a contratar, pero luego nunca se sabía nada más de ellos. Lo poco que trajo ahorrado se había acabado en tres meses, las libras no se estiran tanto como los euros. Acabó trabajando de kitchen porter , eso que suena hasta bien, pero que es una mierda de friegaplatos. Tuvo que ponerse a vivir en una casa pequeñita, casi de muñecas, con siete personas más que le asqueaban: el indio, un personaje patético vestido siempre con los mismos pantalones, por donde iba apestaba a curry; la negrata-chimpancé, que olía incluso peor que el indio. Tenía un hedor asqueroso, como a cuero podrido; la pareja de maricas polacos que dormían en el salón, que encima de ser maricones, eran retrasados; el moro mierda, que casi le había partido una s