UN ALTO EN EL TIEMPO Marijo Alba



Amparo había invitado a comer a Lara y la Rubia, una velada entre amigas. Después de la deliciosa comida con la que Amparo las deleitó, fueron a sentarse al sofá, el cual Amparo había tapizado con una preciosa tela de algodón y sabra, 100% fibra vegetal, diseñada en franjas horizontales de colores mate y brillantes. Había sido un regalo por parte de la familia de Ali, cuando ella y él visitaron Fez.
    - Odio el tiempo –comentó Amparo
    - ¿De qué tiempo hablas? -preguntó la Rubia.
    - Nos conocemos hace tantos años que he perdido la cuenta y viéndote parece que no han pasado los años por ti. Has tenido tres hijos, y ¡mírate! Sigues teniendo la misma cinturita de avispa. En cambio, ¡mirarme a mí! - Lara se lleva las manos a las caderas - ¡Parezco un botijo! Y tú Rubia, con ese cuerpo podrías haber sido modelo, en vez de elegir el Derecho.
Frente a ellas, la raíz de lo que fue un roble sostiene un grueso cristal en forma ovalada y este a su vez soporta un café con leche y mucha azúcar, como le gusta a Lara, un poleo sin endulzar, como lo toma Amparo, una copa de anís para la Rubia y una caja de pasteles de frutas variadas.    
     - Lara, no hablo de ese tiempo. Nunca he sabido leer en los relojes.
     - En un reloj se leen las horas y punto. Mira que eres complicada Amparo.
     - Para mí es algo más que la hora. Tenemos un tiempo que se va quedando atrás, esto es el pasado. Luego llega el tiempo del momento, el ahora. Él ahora se come el futuro meticulosamente y matemáticamente calculado por un segundero. Por tanto, las personas vivimos por horas, minutos, y segundos. O sea, este orden está establecido por las tres agujas de un reloj, tic, tic, tic.
     - Nunca me hubiera planteado analizar un reloj y menos como tú nos lo estas exponiendo - dijo la Rubia mirando a Amparo a los ojos.
     - Amparo, siempre te gustó buscarle cien pies al gato, no entiendo por qué estudiaste Restauración cuando lo tuyo es la Filosofía - comenta Lara. – ¿Coleccionas relojes y hablas de tiempo? Amparo, no te entiendo.
     - El tiempo es el gran enemigo del arte, envejeciéndolo, deteriorándolo y devorándolo. Restauro cuadros de siglos pasados parándoles su tiempo, para que las obras no envejezca y continúen vivas siglo tras siglo. Sin el arte el mundo no tendría historia ni sabiduría.
     Amparo se dirige hacia un mueble de madera pintado en caoba. Con mucho cuidado coge una caja cuadrada hecha en plata con tapa de cristal. Dentro no descansa ni una mota de polvo, los relojes que antes habían abierto las puertas a su tiempo ahora yacen mudos, marcando con sus agujas su última parada sobre una almohada de terciopelo negro.
     - El primer reloj que tuve me lo regaló mi abuela cuando hice la comunión - Amparo abre la caja y saca un fino reloj con esfera circular dorada en correa de cuero negro - Me duró tres meses y eso que no me lo ponía por miedo a perderlo o romperlo. No sabía leer las horas, jugando con él aprendí. Solo llevo reloj en el trabajo, cuando llego a casa me lo tengo que quitar, me pesa en la muñeca, me quema.
     - Ahora entiendo por q llegabas… bueno ¡y sigues llegando tarde a las citas! - dice acusadora la Rubia.
     El silencio se hace dueño del espacio
     - ¿Te acuerdas cuando te regalamos toda la basca un reloj por tu diecinueve cumpleaños? -recuerda Lara.
     - ¡Mira, es este! - dice Amparo eufórica de alegría - Esa misma noche se le rajó el cristal y del susto que se llevó no volvió a funcionar.
     - ¡Sí, sí, es él! ¡No puedo creerlo, todavía lo conservas! - dicen a coro las dos amigas llenas de alegría.
     Ríen, ríen…



     - Felicidades, Amparo. Esto es de parte de toda la basca - Ali le da una caja de madera roja, sobre la tapa pintada la clave de sol en negro. En su interior reposa un reloj con esfera rectangular, color plateado y números romanos. 
     Son las siete de la tarde de un mes de julio, un corrillo de chicas y chicos están sentados en el suelo de la plaza de Lavapiés. Hablan alegremente mientras los litros de cerveza van pasando de mano en mano, de boca en boca. Comparten a tres caladas los pocos porros de hachís que tienen. Van enfundados en sus chalecos de cuero y negras camisetas con los nombres de sus grupos de música preferidos o eslogan contra el sistema. Pantalones vaqueros desgastados y rotos, minifaldas de cuadros y medias negras llenas de carreras, calzando botas militares o zapatillas deportivas. Pelos largos, crestas de colores, decorando sus muñecas pulseras de cuero con tachuelas, sobre sus dedos anillos de calaveras y aros de plata en sus orejas y nariz. Carmín rojo o negro en los labios a juego con el color de sus uñas.
     Amparo hace su aparición, el grupo empieza a entonar a una sola voz cumpleaños feliz. Se muere de risa y de vergüenza cuando se da cuenta que toda la gente presente en la plaza en ese momento le está cantando a ella.  
      -¿Qué te parece? Todos hemos colaborado en el regalo. La correa la hice yo con un trozo de cuero rojo que tenía en casa - dice la Rubia muy orgullosa de su trabajo. - La Pelos, el Flaco y el Mezclaíllo lo sustrajeron del Corte Inglés.
     - Mejor dicho, lo MANGAMOS - recalca la Pelos. - Tía, cómo se nota que estudias Derecho, qué mal hablas.
     - El Chino, la Conso, Lara y el Tony la han pintado - dice el Flaco.
     - Tía, ahora sí que ya no tienes excusa para llegar tarde - le reprocha el Chupa.
     Son amigos y amigas desde la infancia, el tiempo está a su favor, son jóvenes que abrazan sus creencias como el oxígeno que respiran, la amistad es lo mejor que poseen y tiempo, tiempo para hacer, deshacer, crecer, amar y visitar cuantiosos mundos.
     Se encaminaron a La Bodeguita, un lugar donde se puede escuchar buena música, fumar, jugar al futbolín y  tomar unas cañitas bien tiradas, eso sí, siempre acompañadas de sus correspondientes aperitivos;  banderillas, olivas, patatas bravas, patatas ali-oli, pipas, cortezas, chorizo, queso, mejillones, tortilla de patatas y los domingos paella. Todo lo más bohemio de Madrid se da cita en este local. Transgresores de su tiempo que luchan por conseguir la fama deseada, contactando aquí con productores del mundo de la música, del arte y el cine. Uno de esos lugares donde se está a gusto con todo el mundo.
     Entran tres hombres al local, dos de ellos visten uniforme de color caqui, el otro hombre es un ciudadano entrado en los sesenta. Viste un chaleco azul marino con camiseta blanca. Se dirigen hacia la barra.
     - ¿Qué le pongo cabo? -pregunta el camarero alegremente al policía, al mismo tiempo que le mira el bolsillo izquierdo de la camisa, donde lleva una insignia.
     - Estamos de servicio, y no soy cabo sino sargento - le grita el sargento con cara de muy pocos amigos - ¿Podría poner la música más baja? Aquí no hay quien hable.
     Los feligreses empiezan a quejarse, pues la música no se oye.
     - ¡Esto está mejor! A este ciudadano - el sargento señala al hombre que tiene a su lado - en la esquina de esta calle, le acaban de robar el reloj de bolsillo con cadena de oro. El señor dice haber visto al delincuente entrar en este bar.
     - Como verá, cabo, perdón SARGENTO, aquí hay mucha gente y yo no puedo estar fijándome en quien entra y quién sale, pero si quiere echar un vistazo - El camarero de pelo largo se dirige en voz alta hacia sus clientes - Eh, colegas! a este buen hombre le acaban de robar un reloj de bolsillo, y dice que está aquí el pibe que se lo ha robado. El hombre quiere miraros el careto uno por uno, así que tranquis.
     Empiezan a oírse chistes en todas las direcciones, dando paso a las risas; ‘mi cabo lo tengo yo’, ‘en el fondo del mar matarile rile rile…’ El hombre empieza a pasearse ante el público mirándolos uno por uno a la cara. El sargento no aguanta más las burlas, y hace que su mano hable por él, sacando la pistola de la funda que está sujeta al cinturón de su pantalón. Apunta la pistola hacia el techo. En ese momento todo queda en silencio.
     - Ya vale sargento, usted no puede venir asustando al personal – se alza una voz desde el final de la barra. Un chico alto con tupé, vestido de negro se dirige hacia el sargento- Este señor no ha reconocido a la persona que le ha robado el reloj, es obvio que aquí no está.
     - No - dice el hombre con cara de circunstancia.
     - ¿Dónde están los baños? - pregunta el sargento malhumorado.
     - Al fondo a la izquierda.
     Entre los dos hombres hay un duelo de miradas llenas de ira.
     - Ramírez, vaya a ver si se ha escondido el delincuente en ellos. ¡Ah! Y mire también en el de mujeres, nunca se sabe.
     A coro todos los asistentes comienzan a entonar ‘mucha policía poca diversión, un error, un error’. El sargento vuelve a levantar el brazo, los cantos cesan.
     - Ahora me los llevo a todos a comisaría - grita el sargento con la cara desencajada de rabia, mientras se pasea con pistola en mano haciendo gala de su poder.
     - Es anticonstitucional - le reprocha el Peri.
     - Atenta contra la ley, no hemos hecho nada - dice la Rubia mirando fijamente al sargento.
     - ¡La constitución me la paso por los cojones! ¡Panda de rojos y drogadictos! - grita el policía muy alterado.
     Se dirige hacia donde está el Peri y cuando llega a su altura abre toda la mano dándole un bofetón. El Peri se abalanza hacia él y es sujetado por Lara, Amparo y el Mezclaíllo.
     - Sargento, sin faltar ni agredir a nadie, aquí estábamos muy tranquilos antes de que usted y su esbirro llegaran - dice el chico de tupé.
     - ¡La licencia! -  ordena el sargento.
     El chico entra dentro de la barra, coge una carpeta de debajo de la caja registradora saca los papeles, se los da. El sargento los lee. Todo está en regla, y sin miramientos los rasga en cuatro partes, el sonido hace eco en el local.
     -¡Pero, qué ha hecho! - sonó la voz del chico tan rota como los papeles que yacían en el suelo -¡Este tío está  loco!
     Ramírez vuelve con tres chicos, los cuales reclaman que ellos no han hecho nada. El hombre no los reconoce.
     - En el baño de las mujeres hay dos chicas pintándose la cara. Mi sargento, los baños están situados en la corrala, me temo que el delincuente debe haber salido por el portal o entrado en alguna de las viviendas.
     - Ramírez, pida dos furgones.
     - Mi sargento ¿vamos a registrar las casas?
     - NO, coño Ramírez, esta noche todos estos duermen en comisaría.
     Ramírez sale corriendo a hacer el pedido.
     - ¿Yo también tengo que ir a comisaría? - pregunta el hombre preocupado.
     - Pues claro, tendrá que hacer la denuncia del robo, ¿no querrá que la policía le page un taxi? -dice el sargento en tono burlón.
     Llegan los furgones y van entrando en ellos todas las personas, los furgones están llenos. La comisaria está a tres manzanas de La Bodeguita. El edificio no es muy grade pero lo suficiente para albergar setenta detenidos. Cuando llegan a comisaría entran uno por uno. Hay más detenidos que policías.
     Los policías empieza leyendo a los detenidos sus derechos; tienen derecho a guardar silencio… tienen derecho a una llamada...tiene derecho a un abogado... Uno a uno les van tomando los datos personales. Nombre: Amparo..., con DNI; no tengo, (ella nunca lo lleva) el policía la amenaza con ponerle una multa. Dirección, fecha de nacimiento, nombre del padre, de la madre… Poner sobre la mesa objetos personales y todo lo que tengas en los bolsillos. Siguiente, Ricardo Maroto, sin documentación, alias el Chupa, vacíe todos los objetos que tenga en sus bolsillos.
     - ¿Y, esto?
     - Un caramelo - contesta el Chupa.
     - ¿Un caramelo? Tú vas de listillo ¿no? Pues mira por dónde, por listo te voy a meter un puro...
      Las chicas las dividen en dos calabozos.
     - Jope, yo no esperaba este regalo de cumpleaños - comenta Amparo riéndose - y pa colmo al quitarme el reloj se me ha caído al suelo, el susto lo ha dejado mudo y el cristal se le ha rajado.
     - ¡Cabrones! nos han cortado todo el rollo - dice Conso muy enfadada.
     - Con lo bien que lo estábamos pasando, siempre tiene alguien que joder la marrana -grita Lara llena de rabia.
     - Esto sí que es una sorpresa pero sin tarta - comenta una chica con vestido largo de flores, pillada en la redada - también es mi cumple.
     - ¿Si? qué casualidad. ¿Cuantos cumples?
     - Veinte, ¿y tú? ¿de qué barrio sois?
     Se cuentan sus cosas riéndose de las circunstancias del momento.
      El caos es absoluto en la comisaria, no entra ni una mosca. Se apiñan en los pasillos, no se puede entrar ni salir. La comisaria es un completo descontrol.
     - Una redada - se justifica el sargento.
     - ¡Sargento, le llama el capitán por la dos, por la dos!
     El sargento como puede se abre paso entre los detenidos hasta su despacho. Una pequeña habitación, fría y oscura, decorada con una mesa escritorio de cuatro cajones, dos sillas de madera la acompañan. Sobre la mesa un teléfono negro y papeles. En la pared una foto del rey de España, un radiador y una ventana con rejas que da a la calle. Al lado de la puerta se encuentra un mueble de metal haciendo la función de archivador.
     - A sus órdenes mi Capitán - responde el sargento por el teléfono.
     - Gómez ¿Qué ha pasado hoy en el local llamado La Bodeguita?
     El sargento da cuenta de su hazaña bélica con pelos y señales, sin inventar ni exagerar nada de lo sucedido.
    - Gómez, tengo sentados en mi despacho a Don Luis Morales, abogado de Don José Luis López, dueño del local y a Don Antonio Ribas, médico y padre de Don Gonzalo González, el chico al cual usted ha golpeado. También tiene detenida a Lara Torres y resulta que es mi sobrina. ¿Sabe lo que acaba de hacer, sargento? Le ordeno que suelte a todos esos chavales y a mi sobrina que la acompañe un coche patrulla a su casa. Luego hablaremos usted yo.
     - A sus órdenes, mi capitán.
     - ¡Ramírez, Ramírez! - grita el sargento desde su despacho quitándose la gorra, la deja sobre la mesa, y comienza a pasarse la mano derecha por el pelo negro, ya entrado en canas.
     - ¡A sus órdenes mi sargento!
     - Suelte a todos esos chavales, y a una tal Lara Torres que un coche patrulla la lleve a su casa.
     - Pero mi sargento, eso va contra el reglamento.
     - Sí, eso mismo creía yo, pero resulta que es la sobrina del capitán - dice el sargento abatido en su silla de madera.
     Ya en la calle comentan la aventura y los nervios los hacen reír a mandíbula partida,  deciden seguir celebrando el cumpleaños y la libertad en otra parte de la ciudad.
   

     El recuerdo fue desvaneciéndose por la sala, quedando solo las partículas de polvo flotando en la atmósfera, las tres amigas se vuelven a encontrar sentadas en el sofá.
     - Todos los relojes son regalos y todos se pararon en un determinado tiempo de mí vida que recuerdo perfectamente. Como el que colecciona fotos a lo largo de la vida para no olvidar qué fue, lugar, fecha... Son partes de nuestra existencia y vivencias que no estamos dispuestas a olvidar, puede que eso sea todo lo que quede de mi presencia por este mundo.
     Se quedaron en silencio, se diría que pasaba una mariposa batiendo sus alas de colores, dejándolas absortas admirando su belleza.
     - ¡Basta de tanta charla! - grita Lara alarmada al mirar el reloj de su muñeca - ¡Pero mirar qué hora es, llegaremos con la película empezada!
  



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