CUANDO EL CIELO DESPEJADO MOLESTA Andrés Tacsir

Entr ó en la estaci ó n de Parsons Green convencido de lo que diría a Edu y a Vale. A pesar de que había subido la temperatura considerablemente, Gabriel llevaba su abrigo de invierno. Ese gris, pesado, bastante abrigado. En parte era la inercia: el invierno había sido largo y duro. Además el clima londinense era impredecible y muy cambiante. No sabía si esta nochecita, al volver de lo que él pensaba como el último interrogatorio , estaría más fresco, lloviendo o, incluso, nevando. Nunca se sabía allí. El abrigo gris era ciertamente más pesado que el saco azul pero, al menos, los bolsillos eran am plios y le permitían llevar un libro para el viaje en tren. Tenía más de una hora hasta Guilford, hasta la confortable vida de las afueras de Londres. Había elegido, medio apurado ya al salir, uno de los libros que se leería en el taller en los próximos meses. No importaba que él ya no estuviera; de todas formas lo leería. Pas ó las m á quinas con su tarjeta de crédi...