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Mostrando entradas de julio, 2017

EL OTRO LADO DEL ESPEJO Diana Huarte

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Habían pasado muchos años pero lo reconoció entre la gente. La cara angulosa mostraba dos pómulos que se hundían ahogándose en el hermetismo de unos labios que dibujaban una mueca siniestra. Lo vio moverse, caminar desde la mesa en que estaba e ir hacia el servicio de hombres. Seguía conservando el mismo porte delgado, elegante y ágil. Sólo los cabellos se habían vuelto totalmente blancos y las arrugas se habían hecho más profundas, como las marcas en el tronco de un árbol. Él no la vio. Ella estaba en la parte reservada del restaurante al que acudía siempre cuando no quería ser molestada por fotógrafos o admiradores, pero desde la cual podía ver ciertas partes del lugar sin ser vista, y aquél jueves de mayo, cuando giró su cuerpo hacia la derecha para buscar el celular en la cartera lo vio, y no dudó por un instante en que era él, el hombre que había destrozado su vida. Pagó la cuenta y se dirigió a la puerta trasera del restaurante por donde salió sin ser vista. Cam

TRAGAR CON TODO José Luis Gutiérrez Trueba

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Esta sería la última, no iba a hacer ninguna más –pensó antes de entrar al despacho- Llevaba más de un año haciendo entrevistas de trabajo y en todas le habían rechazado. Aquí era todo tan diferente, siempre parecía que te había salido bien y que te iban a contratar, pero luego nunca se sabía nada más de ellos. Lo poco que trajo ahorrado se había acabado en tres meses, las libras no se estiran tanto como los euros. Acabó trabajando de kitchen porter , eso que suena hasta bien, pero que es una mierda de friegaplatos. Tuvo que ponerse a vivir en una casa pequeñita, casi de muñecas, con siete personas más que le asqueaban: el indio, un personaje patético vestido siempre con los mismos pantalones, por donde iba apestaba a curry; la negrata-chimpancé, que olía incluso peor que el indio. Tenía un hedor asqueroso, como a cuero podrido; la pareja de maricas polacos que dormían en el salón, que encima de ser maricones, eran retrasados; el moro mierda, que casi le había partido una s

LA CASA VACÍA DE VIDA José Zavala

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Consiguió dominar la idea de la partida. Recorrió ciertas calles de la ciudad para asegurarse que nunca extrañaría los pozos, los perros saliendo en manadas a ladrar y morder las ruedas del vehículo. Las cunetas pestilentes de agua estancada por meses, los mosquitos descarados. Un calor infernal que lo estampaba contra el asiendo del cual el aire acondicionado no lograba despegarlo. Las casas básicas, endebles, apiladas desordenadamente a ambos lados de calles sin final. La laguna con camalotes y paja brava que solo los caballos y niños disfrutaban sin precaución alguna de quien sabe que impurezas se mezclaban ahí. Los árboles majestuosos que sobrevivían a los calores interminables, sin referencia de a ser afectados, mirando desde arriba a los mortales que se desvanecen en letargos inesperados. Solo transitaban individuos de andar cansino, motivados por desesperaciones extremas. Campeando la tranquilidad total, sólo interrumpido por el ruido de un motocicleta de 50cc, y en e