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Mostrando entradas de 2021

EL INTRUSO Franco Pachas

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Cuando lo vi por primera vez, tuve la misma reacción que siempre he tenido: no lo quería, pero luego lo llegué a querer. Era, también, una forma de recordarla. De inútilmente recordarla, de ganar el perdón del tiempo y quizá de despertar con la conciencia tranquila. El jardín de la casa donde vivía era grande. Tenía 140 metros cuadrados y estaba dividido en dos partes: una terraza mediana y un área larga de césped que tenía por la mitad un camino de grava que iba recto hasta el final y terminaba en unas rocas muy grandes.  Por detrás de esas rocas apareció un día y se sentó en una de ellas en uno de esos días del verano pasado en plena pandemia.  Era bastante feo. Tenía los pómulos muy anchos, los ojos llenos de legañas, la cara bastante tosca y los bigotes muy desiguales. Yo era amigable y, aunque al principio no quería que se acercara más porque su presencia me traía malos recuerdos, luego cambié de opinión y quería que pasara a la cocina para que comiera, pero cuando me acercaba el

LA PASIÓN ENMUDECIDA Carmen Almenara

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Lleva días sola en esa habitación en penumbra, esa ridícula habitación con una única y minúscula ventana que da al patio de luz del edificio y un visillo de crochet con marcas de polillas hambrientas, tan hambrientas como ella, completamente abandonada a su suerte. En esta nueva y tediosa mañana, la luz del amanecer primaveral la envuelve y le recuerda que otro día ha pasado, que las flores del jarrón se secaron hace ya mucho, que el polvo se sigue acumulando en todos los rincones, que sus dedos, los de él, ya no la recorren, que sus palabras no la llenan, que él ya no está. Está sola, en silencio, completamente vacía, en blanco. En el aire fresco de la mañana ya no se percibe el murmullo de sus manos de dedos finos y ligeros, pero al tiempo fuertes y decididos, acariciándola lentamente. Ya no se reconoce el aroma de su perfume mezclado con la tinta y el tabaco rubio... En esta mañana tan aburrida como otra cualquiera de los últimos meses, ya casi no se recuerda el impetuoso frenes

LA LIBRETA MÁGICA Amanda Vilanova

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La farsa comenzó a las 4:00 de la tarde. La Vilanova conversaba con Oliverio en el balcón. “Yo no he logrado escribir mi gran obra, mi opus por así decirlo, porque no tomo notas…no ando con una libreta en mano, entiendes. Hay que tener algo a la mano para anotar las ideas, sino desparecen, se esfuman.” “Bueno, pues compra una o escribe en tu computadora o escríbelo en el teléfono, en los notes , qué se yo.” “No es lo mismo. Hay una frialdad anti-creativa en la tecnología”, dijo La Vilanova mirando hacia al horizonte y dándole vuelta a la mano derecha para enfatizar su punto.  “Una distancia. Como que se puede depositar la idea y olvidarla por siempre o que esa idea puede encontrarla un ente externo sin tu consentimiento…” “¿Entes externos hackearían tu teléfono para tus ideas y no tu Google Pay? Igual, no se llevarían mucho…” “No es igual, no hay evidencia del proceso creativo, del borrar y tachar…del desarrollo de una pieza literaria.” “Pues cómprate una libreta, aunque no s

JINGLE BELL Patricia Terraza

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  Hace tres días, creo, que estamos aislados. Desde algún lugar, desde arriba, entra apenas un rayo de claridad, por eso sospecho que el techo no se desmoronó. Marita dice que me corra porque se le acalambran las piernas. No tenemos mucho espacio para movernos y hace frio. Trato de   no escuchar los ruidos de mi panza, que ya son indisimulables. Por eso, cuando Marita   dijo quizá   si empiezo por el meñique , me sentí aterrorizado.   Marita y yo somos supersticiosos. Y por supuesto, no creemos en las casualidades. Porque como dice ella, lo que tiene que ser será a costa de lo que fuera. Nuestra primera coincidencia fue que ella se llama Marita y yo Mario, pero desde siempre me dicen Marito. Nos conocimos el día en que el Banco para el que trabajamos hizo un ágape para todas las sucursales. Cuando me   dijo su nombre y yo el mío ambos sonreímos con complicidad. Después, como a la semana de habernos conocido, nos   contamos el uno al otro lo que habíamos pensado esa tarde, en el ágape: