EL DIARIO DE NANA Lester GeMedina

Hoy abuela llegó a recogerme al colegio en carro. Ni siquiera me acuerdo cuándo fue la última vez que alguien de mi familia manejó para ir por mí, pues mamá, que era quien casi siempre lo hacía, perdió el interés por manejar. Dice que por el tráfico que siempre es tan pesado. Yo sospecho que el accidente fue la causa de su decisión. Cada tarde, sea que me baje del carro o del bus que me lleva a casa luego de clases, veo a mi hermana desde la calle, que observa a través de una de las ventanas de la sala, la que está cerca del retrato donde estamos abuela, mamá y yo, justo en medio de las dos. Ella tiende a ocultar las manos detrás de su espalda. Y encima de todo sonríe. Sé por qué lo hace. Sonríe porque es su manera de decirme que no la regañe, como lo hacía mamá. Nunca hago eso, porque sonríe con tanta naturalidad. Al menos su táctica es mejor que la mía, pues yo solía enojarme y lloriquear cuando por la misma razón, mamá me regañaba por chuparme el dedo gordo. A veces yo llora...