LAS AMIGAS Diana Huarte
Había llovido toda la tarde y Alejandra pensó que
nunca tenía suerte organizando comidas en el balcón terraza. Parte del espacio
estaba techado sí, pero si llovía fuerte
todo se iba a la mierda como pasó el año pasado cuando cayó ese chaparrón
inesperado y tuvieron que entrar tan rápido que rompieron dos copas de cristal
Riedel.
“Seguro que
a los maridos de ellas no les importó, porque son tan brutos que les da
lo mismo tomar en una copa Riedel que en vaso de plástico” Pero así eran los
maridos que sus amigas habían elegido. Grasas con plata.
Sonó el timbre, eran Aurelia y Mario. Ella abrió
la puerta y los hizo entrar.
-Siéntense chicos.
Mario se sacó la campera de cuero marrón y la
arrojó en el sofá.
-Dámela, que la llevo a la habitación- dijo
Alejandra. Le reventaba que el tipo ni bien llegara empezara a tirar sus
porquerías en cualquier parte.
Alejandra se dirigió a Aurelia.
-Nena, ¿por qué no vas a la cocina y descorchás
una botella de champagne? Puse tres a enfriar, elegí la que más te guste.
-Dale, buenísimo, nosotros trajimos también unos
vinos, mirá…- dijo Aurelia.
-¡Uy, gracias Aurelia!- exclamó Alejandra alzando
una botella de Carmelo Pati Grand Assamblage y otra de Lagríma Canela de
Bressia- mis vinos preferidos.
-¿Cómo Aurelia, si los garpé yo? – intervino Mario
con tono irónico.
-Si mi amor pero la que tiene buen gusto y es
experta en vinos es ella no vos- dijo Alejandra- y se imaginó a sí misma
tomando la lámpara de metal que estaba al lado de Mario y golpeándolo con ella
una y otra vez hasta hacerlo callar para siempre.
En vez de eso, sonrió, fue a la habitación con la
campera de Mario y la tiró en la cama con asco, fue al baño en suite, abrió la
pequeña puerta del botiquín y sacó una caja de Rivotril. Se fijó en la fecha de
vencimiento para asegurarse de su efectividad, les quedaba un año todavía. Dejó
caer dos pastillas en el suelo y las aplastó con el taco hasta pulverizarlas.
Recolectó el polvo, lo puso en una bolsita y se lo metió en el bolsillo.
Una punzada en el costado derecho del bajo vientre
la inmovilizó, respiró hondo, se tiró un pedo que pensó no tenía final. Siempre
pasaba lo mismo cada vez que veía a los maridos de sus amigas, como si la
repulsión que le inspiraban se materializara en forma de gas y tuviera que
escupirlos por el culo.
Después volvió a la cocina y comenzó a poner la
mesa con Aurelia. Su amiga tomó una botella de Veuve Cliquot de la heladera y
sirvió tres copas, le llevó una a Mario
que había encendido la televisión y comentaba un partido de futbol con
sonidos guturales.
Las entradas estaban casi listas. Alejandra mezcló
el Rivotril en la mousse de palta y langostinos que le tocaba a Mario, quería
pasar una buena velada y él se la estaba arruinando.
“Una buena dosis, así se duerme hasta mañana el
infeliz” pensó.
Cinco minutos más tarde llegaron Clara y Norberto.
Ella cabizbaja, dulce y sumisa y él con el gesto de prepotencia que lo
caracterizaba.
-Disculpá que llegamos temprano- la saludó
Norberto- Pero la Ferrari nueva es una máquina, volamos a todas partes y
todavía no nos acostumbramos.
Ella se dio cuenta enseguida, el maquillaje de
Clara no lograba cubrir del todo bien los golpes. Sabía que Aurelia estaba pensando
lo mismo y agregó
-Ok, ¿Vamos a comer chicos? Que alegría que estamos
todos ¿eh? Y el cielo limpió así que afuera va a estar divino.
Fue hasta la cocina y cuando agarró los dos
primeros platos sintió el cuerpo de Norberto detrás de ella.
-¿Te ayudo linda?-le preguntó él.
Giró hacia
él y dándole los dos platos le dijo
- Estos dos más pequeños son para Aurelia y Clara,
yo llevo el tuyo, el de Mario y el mío en una bandeja.
Norberto rozó los dedos de Alejandra al tomar los
platos y ella, sin soltar los platos dejó que sus dedos rozaran los de él
también. Sonrió mirándolo a los ojos intensamente.
Él con un gesto nervioso, hizo un pequeño paso
hacia ella, pero Alejandra le puso su mano en la boca y le dijo casi en un
susurro
-Andá que están esperando.
Norberto carraspeó, dio media vuelta y salió de la
cocina.
La mesa estaba puesta en el centro del balcón
terraza.
-Che, pero con esta porción tan chica nos vamos a
morir de hambre- dijo riéndose Mario
-El plato principal seguro los satisface chicos, berenjenas
a la parmesana.
-¿Viste Potro? ¡Yo te dije que nadie cocina como
Alejandra!- exclamó Norberto eufóricamente.
-Por favor, no lo llames por ese sobrenombre tan
ordinario- se quejó Aurellia.
-De dónde lo sacaste?- preguntó Alejandra.
-Fue cuando jugaba de wing en el CASI de San
Isidro, como era el más rápido me empezaron a llamar El Potro, a las mujeres
les gusta- dijo Mario guiñando un ojo.
Alejandra miró a Aurelia y luego a Clara y comenzaron
a reírse sin poder parar. Las tres sabían que Mario era pésimo en la cama, que estaba pobremente dotado, que Aurelia
nunca había podido tener un orgasmo con él, y que El Potro era vago y se
cansaba fácilmente. Por eso ella tenía desde hacía cinco años a Demián, su
amante que la satisfacía plenamente dos veces por semana.
Alejandra y Clara llevaron los platos de las
entradas a la cocina y los pusieron en el lavavajillas.
-Ya estoy decidida Alejandra, no aguanto más- dijo
Clara de repente con un gesto severo
Alejandra le clavó la mirada y sosteniéndola por
los hombros le preguntó.
- ¿Estás segura Clara? La otra vez dijiste lo
mismo.
-Sí, nunca estuve más segura- replicó.
Volvieron a la terraza con la gran bandeja de
berenjenas a la parmesana y Alejandra sirvió a todos. Comieron en silencio
durante algunos minutos hasta que Mario
se levantó y se tiró en el sofá.
-No sé qué me pasa que estoy tan cansado hoy- dijo
bostezando.
Mientras descorchaban una botella de vino tinto
vieron que Mario ya estaba dormido.
-Parece que Mario se durmió-dijo Clara mirando a
Alejandra
-Qué lástima, con el hambre que tenía el
pobre….-comentó Alejandra escuchándolo roncar despatarrado en el sofá.
-Tengo los tickets para Tosca, logré sacar las
plateas en el Colón, estaban casi agotadas – dijo Aurelia cambiando de tema.
-¡Uf! El Colón, que embole, con esas gordas que
gritan, no cuenten conmigo chicas-dijo Norberto.
-Tarde querido –dijo Aurelia-saqué para los cinco
como habíamos quedado la última vez que nos vimos ¿o no te acordás? Baratas no
me salieron, yo de este muerto no me hago cargo.
-Yo no recuerdo haber aceptado ir al bodrio del
Colón.-refunfuñó Norberto.
-No te preocupes Norberto-dijo Alejandra estirando
su pierna por debajo de la mesa y acariciando la pierna de él, que sintió la
presión del pie deslizándose de abajo hacia arriba- El Colón no es para todos y
la verdad es que si te aburre ¿para qué vas a venir? Nos encontramos todos
después de la ópera a comer ¿Te gusta más ese plan querido? Y dirigiéndose a
Aurelia agregó - Luego decime cuanto gastaste que yo invito los tickets de los
cinco.
-No Alejandra ¡Por favor!- dijeron casi a dúo sus
amigas.
Ella se levantó de la silla y parándose en medio
de donde estaban sentadas Aurelia y Clara dijo
-Shh…. No se habla más- y poniendo ambas manos en
los hombros de las dos mujeres dijo remarcando las palabras lentamente - De
este muerto me hago cargo yo.
Terminaron el plato y Alejandra anunció el postre,
una exquisita Tarta Tatin y luego añadió:
-Lo que haría falta para este postre es un buen
vino de Sauternes ¿no les parece? Tengo unas botellas en el sótano de
diferentes añadas. Norberto, ¿Por qué no
venís conmigo y me ayudás a elegir una?
-Pero ¿Cómo no? ¡Por supuesto!- dijo él y su pie
buscó el de Alejandra por debajo de la mesa sin encontrarlo.
-Dale, vamos. Chicas, este postre es mi obra
maestra.
Norberto y Alejandra se levantaron de la mesa y se
dirigieron al sótano.
Ella abrió la puerta del sótano y encendió la luz,
percibió la respiración entrecortada de Norberto, lo miró de soslayo y calculó
cuánto había engordado en estos últimos años, parecía una rata gris.
-Pasá vos primero querido-le dijo rodeando
ligeramente la cintura de él con el brazo derecho.
Norberto le sonrió con lascivia y se adelantó. Una
patada rápida, letal en la parte media de la espalda y la rata cayó rodando
hasta el final de la escalera.
Alejandra bajó los escalones lentamente y pensó
que tenía que poner un pasamanos si quería evitar futuros accidentes.
Tomó el pulso de Norberto pero no pudo
encontrarlo. Los ojos abiertos en un gesto trágico del marido de su amiga,
pareciéronle una obra digna de ser plasmada en un lienzo. Evocaban, pensó, una
pintura de Caravaggio, pero por más que se esforzó en ello no logró recordar
cual.
Se paró y fue en busca del vino. Tomó dos botellas,
una del 2009 y otra del 2001, ambas añadas excepcionales. Las chicas decidirían
por ella.
Subió la escalera con rapidez y les comunicó a sus
amigas el accidente. Dejándose caer pesadamente en una silla, susurró con los
ojos entrecerrados:
- Tenemos que llamar a la ambulancia.
-Dejá querida, yo me encargo de llamar a la
ambulancia, vos ya tuviste demasiada tragedia por esta noche, ¡Que terrible
accidente! Aunque tampoco tenemos tanto apuro ¿no? - dijo Aurelia tomando un bocado
de la tarta Tatin. Luego fue a buscar el celular que había dejado en la mesa de
la terraza.
Clara estaba recostada en un butacón en la
terraza, los brazos extendidos colgaban a ambos lados, la mirada perdida en un
punto invisible. Un viento frío se
levantó de golpe y pareció como si despertase de un trance; caminó con lentitud
y entró al living sin reparar en sus amigas. Alejandra, preocupada, le preguntó:
–Nena,
¿querés recostarte un rato hasta que llegue la ambulancia?
-No, creo que necesitamos un trago, ¡qué noche por
dios!- dijo tomando una de las botellas de vino de Sauternes y descorchándola-Tengo
que pensar en lo que voy a hacer ahora.
-La ambulancia está en camino- anunció Aurelia mientras
ayudaba a Clara a servir el vino en pequeñas copas- ¡Qué rica esta Tarta Tatin!
¿la probaste Clarita? Una obra maestra
ciertamente.
-Sí, está deliciosa- acotó Clara tomando un bocado
y sorbiendo el vino- Y con este vino es la combinación perfecta, qué bien que
estás cocinando Alejandra querida.
-Gracias amigas, cocinar me relaja y agasajarlas a
ustedes me alegra la vida- dijo ella sacándose los zapatos y sentándose con las
otras mujeres.
- Lo que tendrías que hacer ahora para reponerte
de esta trágica situación, Clara, es irte de viaje- dijo Aurelia.
- Es más- intervino Alejandra en un rapto de
inspiración-, podríamos irnos las tres ¿no? Vos Aurelia tenés un montón de
vacaciones acumuladas en el hospital y el consultorio lo podés dejar un poquito
también, podríamos hacer un buen viaje por Europa y visitar museos, buenos
restaurantes ¿No les parece una idea brillante?
-Sí- dijo Aurelia- ¿Pero con el que duerme que
hacemos?
-Por ahora que duerma- dijo Clara.
-Va a estar inconsolable cuando despierte y se
entere de lo que pasó ¡Eran tan amigos! En fin- dijo Aurelia sirviendo más vino
en las copas- lo mejor que podemos hacer es irnos las tres de viaje- y miró a
su marido que seguía durmiendo- y a éste lo convencemos de que se vaya con sus
amigos a ver la final de la Copa Libertadores, que al final el fútbol es lo
único que le gusta.
-¡Ah!- suspiró Clara- las tres de viaje, todo
vuelve a ser como antes, a veces el destino….
- A veces el destino se adelanta a nuestras
decisiones, sí- dijo Aurelia asintiendo.
El sonido de una lluvia repentina interrumpió la
charla, Alejandra se paró por un momento frente al ventanal de la terraza, el
olor de la lluvia la hizo sonreír y pensar en antiguos rituales de
purificación.
Aurelia, acercándose a Clara y posando su brazo en
el hombro de su amiga le dijo.
-No sufras querida, que todo va a estar bien y vas
a salir adelante.
-Sí, respondió Clara- voy a cambiar ese auto
horrible inmediatamente, nunca me gustaron las Ferraris.
-Sí por favor querida, ¡no sé como lo soportaste!-
exclamó Alejandra alzando los brazos en posición de súplica.
Aurelia miró el reloj de pulsera que llevaba.
-Ché, como
tarda esta ambulancia,- murmuró perpleja- ¿estará bien el otro allá abajo?
-¿Cómo querés que esté? Hace frío en el sótano así
que va a estar bien- dijo Alejandra y sonriendo a sus amigas agregó- no se
preocupen chicas que ya no puede ir a ningún lado.
Las tres rompieron en una carcajada incontenible
pero como la situación requería seriedad, casi que lo hicieron tapándose la
boca.
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