FANTASMAS Hada Candelaria


Nuestras vidas están colmadas de fantasmas, algunos distantes hechos de recuerdos sin memoria, otros pasajeros que llegan con las migraciones y las estaciones, otros que caminan con nosotros de la mano y se sientan al lado de la cama mientras dormimos tratando de olvidarlos. Fantasmas hechos de recuerdos, historias, lugares, anhelos y pesares.

Hoy tuve una cita con uno ellos, con el dueño de mis más profundos afectos. Acudimos sin querer a un encuentro esperado por años, al que ambos temíamos asistir por razones igualmente dolorosas.

Nos sentamos uno junto al otro, de cara al mar porque nuestros ojos nunca pudieron sostener la verdad de nuestra soledad contigua. Y cuando ya no hubo más horizonte por mirar y los pájaros emprendían el regreso a sus propios nidos, pudimos entonces contarnos que ya no había palabras que decir, que el silencio había dejado de ser íntima compañía para transformarse en vacía melancolía.
Era tan inconmensurable la distancia entre sus montañas andinas y mi selva pacífica, que ni siquiera hoy, las flores amarillas de los guayacanes que anteceden la entrada de su casa , ni el canto de las marimbas de mi pueblo febril y combatiente, lograron desprenderse de nuestros dedos entrelazados.

Habían sido tantos los ires y venires, tantas las decisiones esperanzadas y tantas las decepciones. Habían sido tantos años de resistencia a renunciar a las caricias que una vez iniciadas no deparaban más que el mismo final, besos sin otro futuro que aquel mismo momento, palabras que jamás hicieron parte del mañana del que esperamos sintiendo el amor más grande.

Esta vez el adiós no podría ser más que definitivo. Esta vez era necesario emprender viajes sin ataduras hacia amores hechos de tierra fértil y abundancia.


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