OJO POR OJO Claudia Lozano


Era casi medio día, Pedro abrió desmesuradamente los ojos cuando terminó de checar en su computadora el billete de lotería. Le pareció increíble. ¡Los seis números de su boleto coincidían con los números ganadores! Lo invadieron una felicidad y una emoción indescriptibles. Pensó que quizá, a pesar de su estupidez aún podría salvar su matrimonio.

En ese momento, sintió que su corazón empezaba una carrera loca dentro de su pecho cuyo martilleo sintió en la sienes . Se reclinó en su silla sintiendo un dolor agudo cuya desgarradora ruta iba desde su mano izquierda inundándole el pecho y el cuello, rematando en la base de su cabeza. En las dos últimas semanas prácticamente no había podido comer ni dormir bien, desde el día en que él mismo había puesto su vida del revés con aquella maldita apuesta.

Dos semanas en las que había tenido que ser padre y madre de su hijo,  Jesús, quien no había parado de preguntar por su madre. Ya durante ese tiempo, Pedro había sentido en repetidas ocasiones dolor en el brazo y en el pecho, le había faltado el aire y esa mañana había estado a punto de desmayarse. Comprendió que ese dolor que le partía  en dos el pecho en ese momento, parecía ser la explosión de toda la presión y el odio a sí mismo que había acumulado en su ser durante esas dos semanas. Sería una ironía que la emoción de saberse ganador de la lotería terminase matándolo en vez de ayudarle a resolver sus problemas.

 Pensó que debía llamar una ambulancia, estiró su mano derecha para agarrar el celular y cuando empezó a marcar el número de emergencia no supo cómo se le resbaló el teléfono de la mano y sintió que no era capaz de agacharse a recogerlo con ese dolor que se hacía cada vez más intenso. Pedro temió lo peor.

La puerta de su oficina se abrió a sus espaldas, era Mariana su esposa, quien sin esperar a que él volteara le dijo. ”Solo vine por mis documentos personales y el resto de mi ropa, tú te jugaste mi dignidad en tu última mano de pocker”.

Pedro dijo “Perdóname”, con un hilo de voz. Se preguntó por enésima vez cómo
había sido capaz de apostar dos semanas de la compañía de Mariana, su esposa, a quien amaba con todo su ser. Ese día, hacía exactamente dos semanas que en una maratón de pocker, había perdido un préstamo que recién había adquirido para hacer los pagos atrasados de casi un año de la hipoteca de su casa. Ramiro Díaz, su oponente, ofreció regresarle el dinero si a cambio le permitía llevarse a vivir con él, por dos semanas, a Mariana.

Desde la puerta, Mariana continuó hablando, “No te odio por haberme apostado, ni a Ramiro por haberse cobrado” y agregó con un brillo en la mirada “Aunque él es de tu misma calaña y  como ser humano vale tan poco como tú,  él es mucho mejor que tú en la cama y en estas dos semanas aprendí que existe un placer especial que en tus brazos siempre me fue desconocido”

Pedro hizo un enorme esfuerzo por hablar “Ayúda..me” dijo con la voz entrecortada debido al dolor agudo que le atravesaba el pecho. “ ¿Qué es lo que te pasa?  Preguntó Mariana acercándose a la silla donde él estaba sentado. “creo que es un… infarto” respondió Pedro .

Mariana vió el boleto de lotería en la mesa y los números en el monitor “Pedro, ¿te has sacado la lotería?” preguntó al tiempo que cogía el boleto y lo comparaba con la imagen de la pantalla. “Sí”, dijo Pedro débilmente, “¡Catorce millones, le diste al premio mayor! ¡Maravilloso, Felicidades Pedro!”, dijo Mariana llena de emoción.  “La ambulancia”, suplicó Pedro con la voz entrecortada, sintiendo que empezaba a caer en un pozo obscuro. “La llamaré más tarde”, respondió Mariana besándole los labios. “¡Primero brindaré por este doble momento de dicha. Pronto seré viuda y millonaria, a los treinta años de edad eso es lo que yo llamo un brillante futuro!”

“¡Gracias Pedro, te veré en el infierno!” Le dijo Mariana triunfante, blandiendo el  boleto ganador en el aire.

Mariana bajó, se preparó un Gin and Tonic y se sentó en la mesita del jardín para disfrutar de su bebida favorita. El día estaba soleado.




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