OTRA HISTORIA Denisse Vargas Bolaño


El dinero que tenía apenas me alcanzó para alquilar un bote rústico que no se parece en nada al que imaginé en las interminables semanas que antecedieron a este día. 
Me levanté más tarde que de costumbre y me sorprende haber dormido tan bien, precisamente hoy. Son las 9.10 de la mañana y estoy preparando el desayuno.  Ayer compré sólo lo que ecesitaba, si hay algo que nunca me gustó es desperdiciar la comida. Supongo que tiene que ver con mi origen de clase media apretada. Pero esa es otra historia. O quizás esa sea precisamente la raíz de todo lo que me ha conducido hasta aquí, de mi inutilidad para trascender los límites de mi propia sombra .
Ahora volvamos a este momento. Sobre la mesa dos huevos pasados por agua, una palta, tomate, pan y una taza de café con leche de verdad, no el agua con sabor a pegamento diluido que te venden en el supermercado. Pero esa también es otra historia.
Es difícil imaginar si querrás saber más o preferirás borrar mi sombra. No te culparía por eso. Si has
llegado hasta aquí la pregunta rondando en tu cabeza debe ser por qué. Me gustaría poder darte
una razón, un hecho traumático, una enfermedad mortal. Algo que justifique esto. Lo único que
puedo decirte es que como a algunos les duele el cuerpo con un dolor que se ha vuelto ya un
odiado acompañante, a mi me duele adentro, bien adentro , ahí donde no se puede escudriñar ni
preguntar porqué, aunque lo he hecho . Podría asirme a ti, agarrarme desesperadamente a ese lazo
que te une a mi , pero no tengo fuerzas. No puedo dar marcha atrás, aunque sé que estás en
desventaja porque yo estoy decidiendo por las dos . 
Ya estoy terminando de desayunar. No sé ni por qué lo hago. Solía comer esto en las mañanas cuando era niña y veníamos a pasar las vacaciones de verano en esta misma casa. Ahora sólo se escucha el sonido del pan entrando en mi boca . Lo muerdo con fuerza sin importarme ya los buenos modales de los que hacía gala. Con la cucharilla tomo la yema semilíquida del huevo, le añado un poco de sal y la pongo sobre el pan con palta y tomate que tengo en la mano izquierda. 
En la tiendita en la que compré las cosas ayer me atendió la hija de Doña Triny. Me reconoció
porque me parezco mucho a mi madre. Y aunque ya pasaron tantos años dijo que sentía mucho la
muerte de mis padres. Le agradecí y le dije que ya faltaba poco para encontrarme con ellos . No
pareció percatarse de mi comentario, más bien con una familiaridad a la que yo ya no estoy 
acostumbrada me dio unas palmaditas delicadas en la barriga. La miró con detenimiento, dijo que
era alta con forma redondeada y eso indicaba que iba a ser una niña. 
Ya lo sabía. Lo supe el día en el que fui a ver a la ginecóloga por primera y última vez. No me atreví
a  ver la pantalla durante la ecografía. Puede parecer ridículo pero sentí que si te veía harías algo, un
movimiento apenas que nadie notaría. Un dedo señalándome . Después de todo tú eres la única
que sabe de esto. No es tu culpa estar dentro de mi, pero no puedo dar marcha atrás.
El hombre que me alquiló el bote me preguntó si iba a ir sola, le contesté que no tenía familia y que
si no volvía nadie lo iba a notar.  Aunque intenté decir ‘no tenemos a nadie’ el ‘nosotros’ no me
salió. Por un segundo fijó la vista en mi vientre abultado pero inmediatamente la desvió en otra
dirección. No sé si lo podrás entender pero al no decir ‘nosotras’ trato de protegerte. No quiero que
esa palabra te contaminé de mi.
Te acabas de mover. Este movimiento ajeno me asusta. No puedo hablarte hacia adentro, sería
como mirarte a los ojos. Hablarte aquí es como verte a través de un espejo. No quiero que pienses en mi como alguien a quien perdiste. Nada en mi está vivo, excepto tú. Cuando salgas de mi, sólo quedarán rastros de una carcasa hueca, vacía, una planta seca. Alguien mejor que yo merece llevarte entre sus brazos, escuchar tus murmullos convertirse en palabras. No estés triste.
Ahora me tengo que vestir, el bote no está lejos de aquí pero la segunda marea será a mediodía.

La cinta del cassette siguió girando en un silencio largo. 
—¿Cómo sobreviví? —le pregunté a mamá.
—Esa es otra historia.

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