1888 Carmen Almenara

 

Eran las 6 de la tarde en el 1888[1] y Matt llevaba trabajando desde las diez de la mañana sirviendo cervezas a lo más variopinto de Londres. Pensar que había venido a Londres a estudiar cine, y llevaba vaya saber cuánto tiempo trabajando de camarero.

La carrera le había costado unas veinte mil libras que no sabía cómo iba a pagar. Le había ido bien, había hecho un par de contactos, unas prácticas en una productora… todo muy prometedor, pero a la hora de la verdad, aquí estaba, de camarero. Lo único que había sacado de provecho era su capacidad para entender que la realidad y la fantasía no siempre están tan distantes como parece.

No veía la hora de tocar la campana de la última ronda. Miró el gran reloj de la pared y vio que eran las cinco. ¿Las cinco? ¡Qué fastidio! No podía ser que el tiempo hubiera pasado tan lentamente. El reloj debía haberse roto, pensó.

Al ser sábado de Halloween ya habían pasado por allí vampiros, momias, un par de Freedies, cinco piratas y tres científicos locos. Pero éste que acababa de entrar se llevaba la palma: la chistera bien pulida, la chaqueta de tres cuartas, el bastón, el bigote… ¡no le faltaba detalle! ¡Parecía salido de la película de Mary Poppins!

- ¿Le pongo una pinta, señor?

- ¡Por supuesto, mozo, y no se olvide de llenarla bien!

- Perdone por preguntar señor, pero ¿dónde ha conseguido ese traje? ¡Es increíble! -  Se ahorró decirle que habría costado una pasta también, porque ya se había encontrado algunos clientes a los que no les gustaba hablar de dinero, y mucho menos con un camarero. Pero tenía curiosidad.

- ¡Ah! Me agrada saber que tiene buen gusto. Sí, por supuesto. Está hecho a medida, cómo no. Lo compré en Huntsman of Savile Row, en Mayfair, ¿cómo no?

- Por supuesto – sonrió Matt secamente - ¿cómo no?

Matt se retiró pensando en lo caro que debía ser el traje y, total para un Halloween tampoco le parecía que fuera necesario. Pero trabajando en el 1888 lo mismo te encontrabas a alguien muy de arriba como muy de abajo, y no le dio más importancia. Además, desde que salió la peli de Kingsman había mucho cinéfilo flipado dispuesto a pagar una millonada por esas cosas.

Seguía limpiando la barra del bar cuando el hombre de la chistera le llamó.

- ¡Mozo!

- Me llamo Matt, señor.

- Está bien señor mozo Matt. Quisiera otra cerveza, por favor. Estoy esperando a mi socio y parece tardar.

- ¿Su socio va a la misma fiesta? - respondió Matt sin mucho ánimo. Era verdad que estaba cansado, pero este tipo parecía tener un palo por el trasero. Hasta al hablar estiraba las palabras tanto como el cuello.

- Mi socio, el señor Louis Le Prince y yo, vamos a celebrar el éxito de su reciente película, Roundhay Garden Scene. Bastante novedosa, si quiere saberlo. Pero no puedo decirle mucho más. Se acaba de estrenar en Leeds.

A Matt, como gran amante del cine, le sonaba pero no localizaba de qué. Le sonaba a antigua, algo que había estudiado en la carrera.

- Bueno, se ve que es usted un gran cinéfilo, si me lo permite, es una peli antigüilla ¿no? ¿En blanco y negro? - dijo Matt sonriendo.

- ¿Antigua? - dijo el señor ofendido. - Le acabo de decir que es muy novedosa, ¡no sea impertinente!

Matt pensó que estaba demasiado metido en su papel de Mr Bank en Mary Poppins.

- Hombre, yo lo decía porque sabe usted de pelis y se habrá gastado una pasta gansa en ese traje sólo para que se lo hagan en Huntsman por una peli también. Que no pasa nada, se ve que le gusta sacrificarse por sus hobbies.

El señor lo miró de arriba abajo.

- ¿Le he entendido bien?¡¿Insinúa acaso, joven, que no dispongo de los posibles para afrontar el costo de mi atuendo?! ¡¿Acaso está aventurando que sólo he ido a la prestigiosa Hunstman por el qué dirán?! ¡¿Cómo osa...?!

- Señor, no se preocupe, era un comentario sin importancia. ¡Cálmese, vamos!

Matt se maldijo a sí mismo ¿por qué se empeñaba a veces en entablar conversación con ciertos tipejos que venían al bar? Con la mayoría de los profes que venían los viernes todo era tranquilo, mucho alcohol, pizzas, abrazos, fotos… pero los colgados de los sábados… y más de los sábados de Halloween… ¿por qué le habría hablado siquiera? El señor se tranquilizó cuando Matt le propuso una pinta de parte de la casa y se sentó en su mesa cerca de la chimenea.

Al cabo de unos minutos, tres hippies entraron al pub. La cosa se iba ambientando.

- Buenas tardes, ¿qué desean? - los atendió Matt.

- La paz y no la guerra, man. Pero nos conformaremos con tres cervezas, hermano.

Genial, estos iban a la fiesta que fuera ya bastante colocados. Traían un olor a marihuana que no podían con él, además marihuana fresca, no hachís, ni la mierda que le vendía el camello al camarero de los domingos. Ni los de la película de Hair iban tan bien puestos.

- Sin problema, amigos.

Al traerles la quinta ronda de cervezas, vio que estaban tomando píldoras y les tuvo que decir que lo dejaran.

- Tranqui, no seas madero…

- ¿Un madero? - Matt estaba harto del día de Halloween. Primero el tipo de la chistera casi le pega por decirle que parecía que le molaban las pelis y que tenía pasta, lo obvio, y ahora estos tipos vestidos de hippies de los 60, que además no se habían lavado el pelo en una semana, seguro, lo llamaban “madero”, ¡¿pero esto qué era?!

El de la chistera se acercó a Matt algo contrariado.

- ¿Pero esto qué es? ¿de qué van disfrazados esos?

- ¡Pues anda que tú! ¡¡Carcamal, burgués!!

- Oigan ustedes, yo he venido a este pub que se inaugura hoy a recomendación de mi muy buen amigo el señor Turner, bastante tenemos con los misteriosos asesinatos de White Chapel últimamente como para tener que preocuparnos por andrajosos como ustedes. Márchense de aquí.

- Nosotros no nos vamos, viejales, vete tú. Nosotros estamos esperando a nuestro amigo Hoppy. Si los maderos no nos asustaron en la protesta contra Vietnam, vosotros tampoco. ¡Burgueses! ¡Haz el amor y no la guerra!

- ¿Pero de qué hablan ustedes? ¡Son unos pordioseros de las fábricas que no tienen ni un chelín! - dijo el señor de la chistera.

- ¡Éste lleva un viaje de ácido mucho mejor que el nuestro! -dijo uno de los hippies.

Matt pensó que todos estaban colocados o borrachos, como de costumbre y demasiado metidos en su propio papel. Unos que venían como de escuchar a Jimmy Hendrix y el otro como de ver el desfile de la Reina Victoria.

Cuando la discusión llegó a mayores y antes de que llegaran a las manos, como había supuesto, Matt tuvo que cerrar el bar. Cuando miró el reloj volvió a ver que las manecillas marcaban las cinco en punto. Sí, entonces era verdad que el reloj estaba parado.

Bajó la persiana metálica y empezó a caminar para el lado de su casa.

Todos los Halloween se encontraba con los mismos zumbados.



[1] El 1888 es un precioso pub victoriano cerca de Marylebone. Se construyó en 1898 y en su momento se llamó “The Devonshire Arms”. Pese a sus muchas reconstrucciones y bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial, hoy en día permanece en buen estado.

 

 

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